‘Bruja Escarlata y Visión’ no abre nuevos caminos para Marvel: solo confirma que sigue el adecuado

La serie de Disney+ es una constatación de tantas de la eficiencia de la maquinaria de Kevin Feige.
Paul Bettany y Elizabeth Olsen en 'Bruja Escarlata y Visión'
Paul Bettany y Elizabeth Olsen en 'Bruja Escarlata y Visión'
Paul Bettany y Elizabeth Olsen en 'Bruja Escarlata y Visión'

[ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE BRUJA ESCARLATA Y VISIÓN]

A los pocos minutos de que concluyera Vengadores: Endgame, es posible que algún miembro del público se preguntara “¿y ahora qué?”. La pregunta se mantuvo mientras el film de Anthony y Joe Russo lograba convertirse a lo largo de 2019 en el más taquillero de todos los tiempos y aun algo después, cuando Spider-Man: Lejos de casa se estrenó ese mismo verano asegurando que con ella ya llegaba el fin definitivo de la Fase 3. Pero que había más fases en camino, nos insistieron. Robert Downey Jr. y Chris Evans, padres fundadores del MCU, se quedarían al margen, pero aún le quedaba mucho futuro a este universo.

Era un tema en el aire, de respuesta ambigua. ¿Qué se podía hacer una vez aquel ambicioso plan de 10 años había llegado a su fin? ¿Qué, cuando ya se había conseguido unir a un número abismal de superhéroes en una misma batalla? ¿Qué, en resumen, cuando la alambicada narrativa había conducido a un épico combate que puso en jaque el destino del universo, con un tipo llamado Thanos apodado el Titán y ofreciéndose como el enemigo a batir más poderoso de todos? El clímax de Vengadores: Endgame parecía insuperable: por guerreros involucrados, por relevancia dramática, por su aire de final definitorio. El espectáculo, sin embargo, debía continuar. Y Feige y los suyos sabían en qué términos debía hacerlo.

La directiva de Marvel Studios ya llevaba tiempo siendo consciente de que el truco para poner en pie un universo de tantas películas residía en algo tan sencillo (en apariencia) como el cuidado a la hora de enhebrar personajes y arcos dramáticos. La galaxia era finita, pero sus habitantes no, y las aventuras de estos podían expandirse indefinidamente aunque no tuvieran un horizonte tan marcado como esa Guerra del Infinito que se nos anticipó desde Los Vengadores de Josh Whedon, seis años antes de Vengadores: Infinity War. Así se empezó a planificar la Fase 4, y en algún punto alguien pensó que lo lógico era que parte de esta discurriera en forma de serie de televisión.

Fue la mejor idea que pudieron tener.

Visión y Wanda en 'Capitán América: Civil War'
Visión y Wanda en 'Capitán América: Civil War'

El campo de juego cambia

Mientras Bruja Escarlata y Visión se planificaba el escenario ya cambiaba a pasos agigantados. La serialización suponía, antes del lanzamiento de esta ficción, un elemento primordial en el éxito del MCU: películas que conducían a otras películas, que conducían a eventos, que retomaban personajes principales o secundarios. Vaya, que no era algo nuevo (estaba en el ADN de sus referentes comiqueros, a fin de cuentas), pero se fue sofisticando hasta tal punto que Vengadores: Endgame se permitía dedicar buena parte de su metraje a “visitar” episodios (películas) anteriores donde los personajes recordaran eventos del pasado junto al público. La tan alabada narrativa de Marvel no era más que un mapa de líneas de acción entrecruzadas, que pronto se iba a ramificar aún más.

Antes de que la crisis del COVID-19 confirmara que era una buena estrategia, Feige supo que la producción de series que se retroalimentaran con la trama de las películas era el paso lógico, y nos entregó un calendario no tan distinto a los que habían vertebrado anteriores fases: la diferencia es que aquí el Thor: El mundo oscuro de turno pasaba a ser una serie de varios capítulos titulada Falcon y el Soldado de Invierno, que podríamos ver en casa dentro del catálogo de Disney+. Cuando la pandemia empezó a postergar el estreno de las películas de siempre, el plan pareció repentinamente blindado: las series podían seguir. Marvel podía seguir fluyendo, protagonizando nuestra conversación. Y ya, cuando se pudiera, veríamos Viuda Negra.

El efecto “lo teníamos todo previsto” habría sido el mismo de estrenarse Falcon y el Soldado de Invierno antes de Bruja Escarlata y Visión como estuvo planeado originalmente, pero que haya sido la serie de Jac Schaeffer la encargada de inaugurar esta nueva Fase ha hecho de su golpe sobre la mesa algo mucho más contundente y enriquecedor. Tanto a efectos prácticos como argumentales, Bruja Escarlata y Visión nos ha recordado por qué hemos disfrutado tanto del MCU hasta ahora reduciéndolo a las mínimas esencias: a través de una serie de capítulos de media hora estrenados todos los viernes.

The Mandalorian, también en Disney+, fue ante todo un fenómeno social que demostró que el binge watching promulgado por Netflix no era la única opción de consumo seriéfilo, y Bruja Escarlata y Visión lo confirmó con su andamiaje puramente MCU, puramente comiquero. Cada semana había una conversación nueva. Cada semana había una nueva teoría. Cada semana, los espectadores pandémicos se sabían parte de algo; redescubrían el placer de las raciones semanales y del cliffhanger colocado a mala uva, a través de una ficción que por si fuera poco homenajeaba a los exponentes históricos de esta dinámica.

Mando, por supuesto, marcó el camino
Mando, por supuesto, marcó el camino

He aquí el accidente feliz: Bruja Escarlata y Visión ha inaugurado las series de Marvel demostrando, en primer lugar, por qué las series gustan tanto. Y no cualquier tipo de serie: las ligeras. Las divertidas. Las de reunirte con tu familia y amigos y las de tararear el opening al comienzo de cada episodio. El argumento de Bruja Escarlata y Visión obligaba al público a viajar por la genealogía de la sitcom estadounidense con un despliegue de medios y ocurrencias incontestable, que apuntalaba el discurso fundamental de la serie. Porque, qué es Bruja Escarlata y Visión, sino la celebración definitiva del formato seriado.

Algo huele a podrido en Westview

En sus primeros capítulos, además, la primera serie del MCU forzó la máquina hasta el punto de que la incertidumbre trascendía el típico final inquietante; no saber cómo los personajes de Paul Bettany y Elizabeth Olsen habían acabado en un escenario como este, obligados a moverse entre risas enlatadas y cuatro tercios, hacían de este visionado inicial una experiencia aún más sugerente. Por primera vez en Marvel Studios, sus responsables nos guiaban hacia lo desconocido, al tiempo que por fin podían desarrollar los caracteres de Wanda Maximoff y Visión, tan descuidados en las películas.

Pero no duró, claro. Y paralelamente a que el misterio se fuera aclarando (solo tuvimos que esperar tres capítulos para toparnos con uno dedicado fundamentalmente a la exposición), Bruja Escarlata y Visión demostró las carencias inherentes al modelo MCU, en lo relativo a unas servidumbres insoslayables que han convertido su segunda mitad en algo tan previsible como inevitablemente decepcionante. Bruja Escarlata y Visión no solo le debía lealtad a su propia narrativa seriada; también se la debía al Universo de Marvel al completo, y su trama pronto empezó a transitar por los senderos más convencionales.

Teyonah Parris y Randall Park
Teyonah Parris y Randall Park

Por supuesto tenía un gran interés que en el citado cuarto capítulo volviéramos al chasquido de Thanos y a sus consecuencias en las distancias cortas (que dieron pie, por cierto, a los mejores pasajes de Vengadores: Endgame). Por supuesto que era satisfactorio conocer a Monica Rambeau crecidita tras Capitana Marvel y con el rostro de Teyonah Parris, como lo era reencontrarse con el agente Woo de Randall Park y la Darcy Lewis de Kat Dennings; el problema es que paralelamente a su llegada venía la reubicación de Bruja Escarlata y Visión en unas coordenadas archiconocidas, que contrastaban ruidosamente con lo ocurrido en Westview, tan cercano a la abstracción y la fuga lynchiana.

Las voces críticas con la pobreza visual de Marvel y su puesta en escena despersonalizada habrán encontrado nuevos motivos para legitimarse en una serie que a veces parece alardear de las inercias que lleva aparejado el proyecto de Feige. Cada vez que salimos de Westview, Bruja Escarlata y Visión ofrece la peor cara de las producciones del MCU: fotografía inexpresiva, organizaciones agrupadas en siglas intercambiables (de S.H.I.E.L.D. a S.W.O.R.D), hangares que concentran toda la acción, chistes de corto recorrido a costa del superior ceñudo de turno, diálogos explicativos… todo suena a visto y todo es mediocre, y en extremos dolorosos habida la cuenta de que, al fin y al cabo, este es el mundo “real”. Aquí es donde pronto vamos a volver de forma definitiva.

Kathryn Hahn como Agnes/Agatha
Kathryn Hahn como Agnes/Agatha

El breve sueño de libertad de los capítulos de Bruja Escarlata y Visión es defenestrado del todo en sus últimos episodios, cuando esta aparatosa resituación da paso a un vergonzoso clímax a golpe de set pièces. Vergonzoso no por la ejecución del mismo (tan oficiosa y olvidable como en gran parte del MCU), sino por el puro y duro déja vu que transmiten sus presupuestos: líder militar contra el que hay que rebelarse (el Tyler Hayward de Josh Stamberg), explosiones de colorines, y enfrentamientos de cada uno de los protagonistas con un trasunto malvado. Wanda contra la bruja Agatha Harkness (estupenda  Kathryn Hahn hasta que tiene que ponerse a detallar planes malévolos), y Visión contra un… Visión malvado (aplacado en una de las escenas peor resueltas de Marvel).

La exposición extenuante, fruto de la desesperada necesidad de la serie por que todo quede cristalino ante futuras aventuras, hiere de muerte a Bruja Escarlata y Visión en sus últimos compases, e incluso certifica un opresivo estancamiento de la fórmula que a estas alturas no hay quien desvincule de Marvel. Algo que en cualquier caso no tiene por qué preocupar a Kevin Feige (como tampoco le preocupan los fans enfadados porque lo de Evan Peters solo haya sido un hilarante troleo), y la razón es básicamente la misma por la que tantos films del MCU funcionan.

Si algo funciona, para qué romperlo

Siendo Marvel Studios todo lo criticable que es (y sin retirar los reproches que le hemos dedicado arriba), hay que concederle a sus integrantes que el férreo control de producción y la costumbre de tener siempre la vista puesta en el siguiente producto siempre ha tenido como objetivo primordial algo intachable en el audiovisual mainstream: la preeminencia del relato. O, particularmente, el esfuerzo en dotar a cada personaje no solo del actor o actriz perfecto para interpretarlo, sino de una escritura dedicada y sensible, dispuesta a que la trama esté enteramente condicionada por él.

Bruja Escarlata y Visión es, como fue Vengadores: Endgame (la indiscutible cima en este ámbito, tal y como fue calculado en el Excel de turno), suscribe plenamente este aspecto. Paul Bettany y Elizabeth Olsen son actores de enorme talento que han recibido la oportunidad de enriquecer sus personajes y de llevarlos por escenarios algo más estrafalarios de lo habitual, realizando una actuación más elaborada y dependiente de la vis cómica de cada uno. Algo que es refrendado por el guion aunque aquí tampoco cabe engañarse: la serie es de Wanda, y es Olsen quien con toda justicia ha cosechado los mayores elogios.

Elizabeth Olsen es Wanda Maximoff
Elizabeth Olsen es Wanda Maximoff

La serie desarrollada por Jac Schaeffer ha dado fondo y fuerza a un personaje tan trágico como carismático, que no ha podido aprovechar más el tiempo extra que le ha concedido una serie televisiva en detrimento a una película de un par de horas (o un crossover de tres donde sea eclipsada por multitud de Vengadores). Bruja Escarlata y Visión ha dado aire pero, sobre todo, ha permitido una introspección realmente llamativa, incluso susceptible de los vicios del formato como el típico capítulo dedicado a repasar su vida y obra (en este caso el octavo, cuyo desarrollo terriblemente anodino no afecta al apego emocional que Wanda ya ha establecido con nosotros).

Además, y gracias a la tragedia de Wanda Maximoff, se ha descubierto como fábula dolorosamente socorrida en los tiempos que corren (o en cualquier tiempo), enarbolando las limitaciones de la ficción como refugio donde ocultarse cuando todo va mal. La pulsión escapista del MCU puede incluso pasar por cuestionada en Bruja Escarlata y Visión (siempre puede haber una relectura meta para todo en esta serie), y aunque no conduzca a nada más allá del necesario regreso al mundo y el acopio de fuerzas, sigue revistiéndose de una madurez ausente en la mayor parte de sus producciones aledañas.

Fotograma de 'Bruja Escarlata y Visión'
Fotograma de 'Bruja Escarlata y Visión'

Es una virtud inseparable de Bruja Escarlata y Visión, y una virtud tan capaz de demostrar por qué aún nos quedan tantos años por delante de MCU como de favorecer cierto optimismo: en esos años, pese a los automatismos y la posible saturación, alegrías no nos van a faltar.

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