"Muchos no son conscientes de que la montaña es un sitio con riesgos"

Manuel Montes, Director-Conservador del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Manuel Montes, Director-Conservador del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Manuel Montes
Manuel Montes, Director-Conservador del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

Algunos vestigios prehistóricos demuestran que desde el Paleolítico Superior los seres humanos disfrutaban del espectáculo natural que alberga el Pirineo de Huesca: impresionantes crestas montañosas y valles glaciares, un cañón que alcanza los 3.022 metros de altura surcado por el río Bellós... El hombre fue dejando su huella construyendo senderos y caminos, puentes o cabañas.

El 16 de agosto de 1918 esos terrirorios se consagraron como el segundo parque nacional de España y uno de los primeros del mundo: el que se conoce en la actualidad como Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Este año se cumple el centenario de la inauguración del parque. Cien años en los que sus paisajes han estado a salvo del impacto humano a pesar de recibir más de medio millón de visitantes al año y del intento que hubo a mediados de los años 70 de construir construir una central eléctrica en el Cañón de Añisclo.

Manuel Montes es el Director-Conservador de este parque nacional que hoy en día alberga un total de 5 especies de anfibios, 8 de reptiles, 65 de aves nidificantes, 32 mamíferos y aproximadamente 1.500 especies de flora.

¿Qué distingue al Parque de Ordesa del resto de parques naturales?

La geología. Sus cañones, circos y valles glaciares lo hacen único. Además cuenta con varios reconocimientos, como el Diploma del Consejo de Europa a la Conservación y las tres joyas de la corona de la UNESCO: Reserva de la Biosfera, Patrimonio Mundial y Geoparque Mundial. A parte de en Ordesa, estos tres reconocimientos en un mismo sitio solo se dan en el Parque de Hallasan, en Corea del Sur. Además nuestro parque es mixto: natural, cultural y transfronterizo, ya que hay una parte del parque que se encuentra en Francia. En todo el mundo estas circunstancias solo se dan también en un parque que está entre Lesoto y Sudáfrica, que es el Maloti-Drakensberg.

¿Cuál es la especie más emblemática del parque?

En fauna es el quebrantahuesos. Su conservación es un gran triunfo no solo del parque, también de la comunidad autónoma de Aragón. Llevamos ya 20 años dedicándonos a su protección y se han conseguido unos niveles de población bastante buenos, tanto que los exportamos al Parque Nacional Picos de Europa.

También hay otra especie que cuando se creó el parque nacional ya tenía los días contados. Estoy hablando del bucardo. Esta especie había desaparecido de la parte francesa del parque y solo quedaba un número de ejemplares muy reducido recluido en la zona de Ordesa. El último ejemplar desapareció en el año 2000. Se intentó que la especie no se extinguiera tratando de aparear a las cinco hembras que quedaban con machos de otras subespecies, pero no se consiguió. También se probó con la clonación, pero nada. El éxito del parque con el bucardo fue conservarlo hasta el año 2000.

¿Cómo contribuyen a la conservación del parque las especies ganaderas?

Hay una población ovina trashumante y otra vacuna. Ambas mantienen el paisaje y le dan forma. Sin la ganadería avanzaría el bosque. Los pastos supraforestales -es decir, que están por encima del nivel del bosque- son muy característicos del parque. La gente se piensa que Ordesa es forestal, pero casi el 60% del parque está formado por estos pastos.

¿Qué recomendaciones daría a las personas que visiten próximamente Ordesa?

Que hagan una visita respetuosa, que dejen todo como les gustaría encontrarselo a ellos y que hagan caso a la normativa que está en la entrada en la que hay una serie de pictogramas que indican lo que no se debe hacer. Por ejemplo, llevar los perros atados y que no los suelten, porque pueden molestar tanto a la ganadería como a la fauna y al resto de visitantes. Respecto a la seguridad, hay mucha gente no es consciente de lo que es la montaña.

A nosotros nos preocupa la seguridad de las personas, pero la responsabilidad la tienen ellas. Hay que tener en cuenta que la montaña es un sitio con riesgos y nosotros indicamos lo que no debe hacer la gente por su propia seguridad, pero muchos hacen lo que quieren.

¿Ese es un problema habitual?

Tenemos muchos problemas con este asunto. Muchos se enriscan y suben a sitios de los que luego no saben bajar. Hay gente que está preparada y gente que no. Hay que ir con buena equipación y ser conscientes de las condiciones físicas que tiene cada uno. Los informadores siempre advierten de los riesgos, pero nunca prohiben. Cada uno toma sus propias decisiones.

En general, ¿cuáles son los pricipales retos a los que se enfrenta el parque?

Cualquier espacio protegido suele enfrentarse al reto de tener una dotación económica suficiente para poder continuar con los seguimientos necesarios para la conservación. Se hacen seguimientos de especies que son indicadoras del calentamiento global, cuyo comportamiento nos dicta el camino a seguir.

¿Cómo les ha afectado el calentamiento global?

Principalmente se ha percibido en la reducción de la masa glacial. Un espacio protegido tiene tres patas en las que tiene que poner el foco de atención. La primera es la conservación tanto de especies como del ecosistema. Otra es el disfrute. Aquí entra en juego todo lo relacionado con el uso público, por ejemplo la divulgación o la educación. La tercera pata es el desarrollo socioeconómico, el poder incidir en que la población pueda vivir de los recursos que ofrece el parque nacional.

¿Hasta qué punto el turismo favorece al parque?

En el plano económico favorece. Para Sobrarbe, una comarca que no tiene estaciones de esquí, el parque nacional supone su motor de desarrollo. Al final la gente que va a Sobrarbe lo hace porque en realidad viene a visitar Ordesa. Tenemos unos cupos máximos de personas por sector. Se limitan los accesos en autobús. Así evitamos una masificación que no solo puede perjudica a la conservación, si no la calidad de la visita. Como máximo pueden acceder 1.800 personas a Ordesa, que es el área que más capacidad tiene.

Ya ha llegado el verano y con él el riesgo de incendios. ¿Qué precauciones están tomando?

La competencia sobre los incendios se traspasó al Gobierno de Aragón. El operativo de incendios que tenía el parque se subsimió en el operativo de incendios general. Ahora mismo el parque está atendido por helicópteros de montaña o retenes en la zona limítrofe, pero no son exclusivos del parque. Primero atienden las necesidades que tienen las zonas más cercanas y, si es necesaria su ayuda, acuden.

¿Cómo contribuyen los habitantes de la zona en la conservación del enclave?

Con la ganadería, que es a la que debemos el paisaje. También hay personas y empresas locales que favorecen que las visitas sean ordenadas y respetuosas.

¿Cuáles son vuestros proyectos de futuro?

El centro de visitantes de Escalona al que queremos dar un empujón con el centenario. Me conformaría con poder tener el proyecto terminado. Pongo énfasis en Escalona porque es la puerta de entrada a Añisclo, Escuaín y Pineta. Sería un reto para el parque contar con ese punto, aunque hay otros, como mejorar las infraestructuras y seguir contando con un presupuesto para continuar haciendo los seguimientos necesarios para la conservación.

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