Un accidente afortunado: el motor de Juno no encendió y eso mejoró su exploración de Júpiter

Tormentas en el hemisferio norte de Júpiter, captadas por el sobrevuelo número 24 de Juno, en diciembre de 2019.
Tormentas en el hemisferio norte de Júpiter en diciembre de 2019.
NASA
Tormentas en el hemisferio norte de Júpiter, captadas por el sobrevuelo número 24 de Juno, en diciembre de 2019.

La sonda Juno de la NASA comenzó una extensa misión que no hubiese sido posible si no hubiera sufrido problemas de propulsión cuando llegó por primera vez a Júpiter, según ha publicado The New York Times.

La nave entró en la órbita de Júpiter aproximadamente el pasado 4 de julio de 2016 y ha sobrevivido a la intensa radiación del planeta más grande del Sistema solar.  Ahora, la NASA le ha concedido una prórroga de cuatro años y 42 órbitas más.

El investigador del Southwest Research Institute de San Antonio y principal de la misión, Scott J. Bolton, ha declarado que "hemos diseñado y construido un tanque blindado, y ha funcionado".

La trayectoria elíptica de Juno, casi 90 grados inclinada respecto a las órbitas de las lunas de Júpiter, pasa por encima de los polos norte y sur del planeta. En cada órbita se lanza en picado y alcanza una velocidad máxima de 209.000 kilómetros por hora, según ha informado el prestigioso portal estadounidense.

Un problema inicial en el sistema de propulsión hizo que los encargados de la misión renunciaran a encender un motor que habría acortado la órbita de 53 a 14 días. No obstante, los científicos supieron ser pacientes y obtuvieron su recompensa.

En el calendario planteado en un principio, Juno hubiera finalizado su trabajo a principios de 2018. Sin embargo, de ser así, los investigadores podrían haber sufrido cambios en Júpiter y sus alrededores que habrían desembocado en la finalización forzosa de la misión.

Entre otros aspectos positivos encontramos la revelación de ocho tormentas alrededor del polo norte y otras cinco alrededor del polo sur, lo que permitirá seguir investigando misterios de Júpiter.

Al hilo, el profesor de ciencias terrestres y planetarias del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel y coinvestigador de la misión, Yohai Kaspi, ha indicado que "dos tormentas cabrían fácilmente en una región polar sin perturbarse mutuamente".

"Pero si hubiera cien, estarían demasiado cerca y no serían estables", declaró el profesor, explicando así que "hay un número mágico que puede hacer que encajen".

En cuanto al diferente número de tormentas en cada polo, Yohai Kaspi ha declarado que han probado "un poco con las diferentes dinámicas del norte y sur".

Otro de los elementos clave en la expedición ha sido el amoníaco de la atmósfera de Júpiter, que actuaba de anticongelante. "Júpiter tiene tormentas increíblemente violentas que pueden arrojar partículas de hielo de agua desde abajo a 160, 320 kilómetros por hora y llegar a estas altitudes muy elevadas”, dijo la científica del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en California, Heidi Becker.

Sin ese fallo de propulsión de la nave, todos estos descubrimientos no habrían sido posibles. Si la nave hubiera orbitado Júpiter cada 14 días en vez de los 53 tal y como estaba planeado, Juno no habría podido sobrevolar las lunas del planeta. En palabras del investigador principal, Bolton, "creo que fue suerte".

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