Bob Pop: "Me pareció interesante ambientar un falso thriller en una sauna gay, que tiene un punto de universo paralelo"

Bob Pop posa en la Gran Vía de Madrid.
Bob Pop posa en la Gran Vía de Madrid.
| Jorge Paris
Bob Pop posa en la Gran Vía de Madrid.

Una novela, Mansos (Alfaguara) y una serie, Maricón Perdido (TNT). Roberto Enríquez, ahora fusionado con su alter ego Bob Pop tiene en el candelero dos de sus obras, que tienen un punto en común: mezclan realidad y ficción, biografía y crítica, drama y humor. De hecho, Mansos, que se reedita ahora y está ambientada en una sauna gay, aparece en Maricón Perdido. Así es el mundo intrincado de Bob Pop. 

¿Por qué Mansos, por qué esta novela y por qué reeditarla? Me dio por escribirla porque me apetecía mucho hacer un ejercicio de reflexión sobre el cuerpo, sobre las saunas como laberinto externo e interno, un poco como una réplica de la cabeza. Y porque siempre me pareció que las saunas gays tienen un punto de universo paralelo peculiar que mucha gente no conoce, porque no han ido nunca. Me pareció interesante ambientar una especie de falso thriller muy reflexivo en una sauna en un espacio de tiempo determinado y jugar con eso. Por eso plateé Mansos, que era una novela contra mí, en el momento en el que la escribí.

¿Y le cuadraba para la serie? Cuando me senté a escribir el guión de Maricón Perdido pensé que la mejor manera de explicar el cambio en el personaje cuando consigue tener una vida propia, una voz propia en la literatura, es usando Mansos no contando que él lo escribe y lo publica, si no contando Mansos dentro de toda la serie. Alfaguara me pidió la reedición y me pareció una coincidencia maravillosa y estupenda.

¿Qué le dice su entorno cuando les comenta que va a ambientar una novela en una sauna gay? Yo no avisé. Yo le mandé al editor la primera mitad de la novela y le dije "mira, esto es lo que llevo". Y me dijeron que siguiera para adelante, que les interesaba. Los amigos cuando lo leen los sorprenden, porque muchos son heterosexuales y les fascina ese mundo de otra manera no habrían descubierto.

¿Hay que escribir de lo que se conoce? Siempre, creo que es el primer punto del manual del taller de escritura. De lo que uno conoce o de lo que uno quiere conocer, convertirlo en un reto espeleológico o de investigador. A mí me importa mucho la lectura como lector, así que en todo momento me planteaba irme poniendo retos o situaciones problemáticas e irlas resolviendo a través de la literatura y eso me lo daba Mansos y se me hizo muy divertido.

¿Qué sensación le queda cuando lee un texto suyo antiguo? Me pasa, y hay un momento como narcisista o de ansiedad, cuando lo leo y digo ‘qué bien está esto que escribí hace años’ y pienso si seré capaz de volver a escribir algo así. ¿Habré perdido esa voz? Al mismo tiempo me sigo reconociendo en todo. Yo estoy ahí, contado, en un momento en el que todo lo que escribía o hacía no tenía apenas relevancia. Así que hay una parte que es una decisión editorial que fue cambiar la autoría del Roberto Enríquez de aquel momento al Bob Pop de este, cuando tenga más proyección. Y aunque yo sea el mismo la voz llega de otro lugar.

"Tengo un concepto del éxito muy raro, para mí tiene que ver con el cariño y el reconocimiento"

¿Le pone nervioso que tiene ahora más proyección? No, me hace sentir un privilegiado. Es una suerte que tengo que disfrutar.

¿Esta novela desmitifica el mundo de las saunas gays? Yo creo que sí. No sé hasta qué punto están mitificadas ni por quién, pero creo que sí las retrata de un modo muy personal y está bien dar una mirada propia sobre las miradas que uno conoce.

No hay muchos protagonistas gays en novelas… Lo he notado, aunque cada vez hay más, afortunadamente, pero es verdad que no es lo habitual, pero porque tampoco hemos tenido acceso a contar nuestras historias. Muchos de los personajes que lo son ni siquiera están contados por autores LGTBI. Es importante que tengamos un lugar desde el que contarnos y hacerlo de todas las formas posibles de las que se puede ser. Porque cuantas más formas de ser contamos, más formas de ser abrimos.

¿Cuando piensa en el lector de Mansos, quién le gustaría que lo leyera? Cualquiera. Yo las fiestas que monto quiero que monto quiero que venga cuanta más gente mejor. No creo que sea un libro cerrado a nadie, tiene tanto por lenguaje, por intención, por trama, por contenido, interés para mucha gente más allá del colectivo.

¿Qué personajes de literatura podrías ser gays y nunca lo supimos porque no se podía decir? En Otras voces, otros ámbitos, de Truman Capote, hay un personaje que es el del tío primo Randolph, que yo cuando lo leí asumí que era gay. No hay nada explícito, pero creo que es un personaje claramente gay. También de Truman Capote es A sangre fría y está el personaje de Perry, y la relación con su compañero creo que es ultra gay…

¿Es por eso que dicen que los gays piensan que todo el mundo lo es? No sé si es esta fantasía de creer que todo el mundo es gay, esto de lo que nos acusan a los gays, "es que os creéis que todo el mundo es gay", pero no, lo que pasa es que les damos a los personajes o a las personas la posibilidad de ser gays. El gran problema es que se suele asumir que la gente es heterosexual. Hay un montón de personajes que en su momento no aparecían como gays pero con el tiempo se ha ido pensando que lo eran.

Mansos es una novela muy autobiográfica, ¿ahorra psicólogo? No, son cosas independientes. El psicólogo lo pago por un lado y la literatura lo cobro por el otro. A lo que me ayudan las novelas es a pagar el psicólogo, no a sustituirlo.

"No nos lo ponen fácil, hay tanto ruido que no es fácil pararse a pensar, las ideas hay que reposarlas"

¿No es sanador sacar cosas de usted? Es reconfortante tener un lugar donde contar y me hace sentir bien. Pero nada más. Cuando escribo es la historia, contarme bien, hacerme entender y divertir a la gente, de un modo emocional, humorístico, como sea. Para mí es un trabajo y no mezclo el trabajo con la terapia.

Hace poco reveló en televisión que fue violado, ¿hay que ser valiente para exponer eso ante la gente? Para mí es muy importante dejar claro, cuando tengo el privilegio de tener un lugar desde del que me escuchen, quién soy y desde donde hablo. Así que cuanto más hablo de mí, cuanto más explico sobre mí, más fácil es para los demás entender desde donde les hablo.

Yo no veo valentía, es mi estilo de trabajo. Creo que al final te pasas la vida aprendiendo un oficio que es el de contar historias y yo ya soy consciente de que me interesa aprenderlo para contar la verdad de la forma más divertida, más accesible y más honesta posible.

¿Es más Bob Pop por sus traumas o por sus conquistas? Mis traumas no sé cuanto los tengo de controlados y mis éxitos… es que tengo un concepto del éxito muy raro. Para mí el éxito tiene que ver con el cariño y el reconocimiento y supongo que eso compensa los traumas. Venir de ser un niño marica, abiertamente marica, que en algún momento se retrae por miedo a los ataques, a que eso sea una característica que me ayuda a ser querido y escuchado… es un salto súper bonito. Creo que esos traumas tienen que ver con que disfruto mucho lo que hago y que quiero hacerlo muy bien, porque me parecería un desperdicio tener espacio, voz y eco para hacer tonterías.

En la novela dice en un momento dado: “Los gorditos somos buenas personas”. ¿Lo sostiene? No, juego con ese estereotipo de que algo tiene que tener uno… Es como decir que los feos somos simpáticos. Es un mecanismo de compensación que no tiene por qué ser cierto. Es esa cosa de que tienes que pagar precios por quién eres, da igual si eres feo, gordito, calvo, marica… eso lo tengo que compensar. Es que si encima de gordo soy antipático, ¿quién me va a hacer caso?

También dice “qué mansos os volvéis cuando os follamos”. ¿No nos pasa a todos eso un poco en el sexo? Es que es el único momento de abandono. Es un modo de abandono, de desconexión, de reset maravilloso. Nada más te importa. Bueno, si es buen sexo, si estás pensando en que has dejado el gas encendido pues vaya mierda de polvo. Pero el buen sexo tiene que ver con el abandono absoluto de uno mismo y de todo lo que le puede rodear. Es el gran momento de conexión con el presente absoluto.

¿Cuando era pequeño, ese niño pensaba en ser Bob Pop? Yo pensaba en ser escritor y me fascinaba la figura de Ziggy Stardust y no descartaba tener un alter ego y mira, aquí estoy con nombre de vedette.

¿Hay mucha diferencia entre Roberto Enríquez y Bob Pop? Ya no, la hubo. Hubo un momento en el que pensé que era una pantalla protectora o que había un Roberto Enríquez que era un señor serio e intelectual y un tal Bob Pop que era una petarda. Pero llegó un momento en el que se han unido y manejamos juntos todo lo que digo.

En Buenafuente hacía muchas reflexiones, ¿pensamos poco hoy en día, nos paramos poco a reflexionar sobre las cosas y los porqués? Sí, pero es que no nos lo ponen fácil, hay tanto ruido que no es fácil pararse a pensar. Sobrevaloramos las ideas. Tenemos ocurrencias y creemos que son un pensamiento. Pero un pensamiento tiene que ver con hilar ocurrencias, con reposarlas e incluso de tener tiempo para darnos cuenta de que la primera idea era una tontería. Pero de eso no te das cuenta hasta que no has trabajado sobre ella, te has quedado un rato en silencio y has apagado el ruido.

¿Qué ruido le impide a usted pensar, qué le distrae? Ahora mismo vivo en una calma bastante agradable para pensar. Lo que sí ocurre es que cada vez me apetece menos contribuir yo a ese ruido.

¿No es de redes sociales? Las uso como un medio, pero como uno más. Yo leo mucho, para mi es un modo de desconexión absoluta. La lectura en papel me reconcilia con el silencio y con encerrarme en un mundo. Tiene que ver con la forma en que leía de adolescente y de niño, abstrayéndome de lo que me rodea.

¿Recibe mucho ‘hate’ por redes u otros canales? ¿Sabes que no? Pero creo que es porque las tengo silenciadas a todas y no me entero. La verdad es que no, me siento bien tratado.

¿Y cómo lleva los halagos, le suben el ego? Intento que no chiflarme. Los recibo con mucho cariño, pero también con mucha autoexigencia. Hay un punto en mi vida en el que me gusta mucho interesar y que me escuchen y ahora también, pero me obsesiona mucho no defraudar.

¿Se acuerda de la primera vez que le reconocieron por la calle? Sí. Fue muy raro, pero muy cariñoso. Fue un saludo como si nos conociéramos de siempre, no me dieron la turra ni nada, suele ser muy agradable.

Pero luego una vez pensé que una pareja me había reconocido por la calle, porque me dieron una cámara de fotos y entendí que querían una foto conmigo y me dijeron ‘no, no, que si nos puedes sacar una foto’. No sabían ni quién era yo. Me fue muy bien ese golpecito al ego, así no me chiflo.

¿Cree en los finales felices? Sí y no. En la novela no hay un final feliz, aunque sea un spoiler, porque me parece importante explicar que es una novela contra mí y me parecía el único final posible. Sin embargo, en la serie, en el cuarto episodio, donde adapto la novela, me he permitido cambiarle el final, porque me quería dar esa posibilidad pasados los años.

¿Está escribiendo más? Estoy escribiendo otra novela y seguiré con la autoficción para inventar otras cosas, porque tomarme como punto de partida a mí mismo me resulta muy fácil.

¿Cómo es el mundo de la tele? Movistar es como un oasis. Este año he estado lejos del programa pero yo nunca he pensado que estuviera en el mundo de la tele, estaba en el mundo de LateMotiv y de Andreu Buenafuente, que es otra cosa, no tiene nada que ver. No trabajo en Mediaset, vivo otra realidad más serena, más tranquila.

Andreu hizo conmigo un ejercicio precioso de paciencia, de dejarme ir tirando y aprender hasta que encontrara mi sitio, eso tengo que agradecérselo. En otro tipo de formato o de estilo televisivo nadie me hubiera dado ese tiempo.

¿Encajaría en programas del universo trepidante de la televisión abierta? Creo que no, creo que me falta el hambre de salir. Me pilla mayor y con otras ambiciones y expectativas. Pero respeto mucho lo que hacen, me parece muy difícil y creo que no sabría hacerlo.

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