Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Cuando la música clásica divertía a los niños en Televisión Española

Fernando Argenta en 'El Conciertazo'
Fernando Argenta en 'El Conciertazo'
RTVE
Fernando Argenta en 'El Conciertazo'

Se suspendió la clase y nos llevaron al salón de actos del colegio. Allí, junto a un telón deshilachado, un señor nos empezó a hablar de música clásica. Detrás de él, una orquesta. Mis piernas temblaron cuando empecé a intuir que nos iba a sacar al escenario. Y yo no era mucho de querer salir al escenario. A un compañero, le dio una batuta y le puso a dirigir a los músicos. Era Fernando Argenta y estaba indagando en escuelas por Cantabria lo que después se convertiría en un emblema de la historia de TVE: El Conciertazo. 

Hijo del pianista y director de orquesta Ataulfo Argenta, Fernando Argenta se volcó en la divulgación musical tras la prematura muerte de su padre, en 1958, cuando él tenía sólo 12 años. Desde entonces, su vida fue compartir su amor por la música, clásica y no clásica. Lo hizo mezclando su alma de compositor con su visión periodística y su capacidad para la comunicación. Así desmontó estereotipos y acercó la música clásica a todas las clases sociales.

Estuvo 32 años al frente del programa de RNE Clásicos Populares. De 1976 hasta 2008, cuando llegaron las prejubilaciones para aligerar la plantilla de RTVE. Junto a su compañera Araceli González Campa, se convirtieron en la referencia de la cultura musical que se divulgaba con cercanía y sin apariencias. No hacía falta ponerse en el cliché de intelectual, era más práctico y útil vivirla desde la naturalidad de la pasión.

Argenta llevó ese mismo talante a los colegios. Se puso a jugar con los niños. Y de ahí, de esos espectáculos divulgativos escolares, surgió la idea de El Conciertazo, el programa que La 2 emitió en los fines de semana entre 2000 y 2008. Incluso Raffaella Carrá compró los derechos de este espacio para Italia, país en el que se ha emitió también con éxito desde la RAI.

A un teatro de Torrelodones acudían niños de diferentes colegios de España para disfrutar de un espectáculo televisivo hecho a base de las de las obras de los mejores compositores de la historia. Hasta se recreó a Mozart, Beethoven o Bach en forma de guiñoles que interactuaban con los pequeños.

"La verdadera cultura se transmite realmente a través del entretenimiento más inclusivo, ese que no tiene complejos con la propia cultura".

Los niños se divertían mientras aprendían. Salían a escena a interpretar teatrillos o sentirse grandes bailarines. Y Fernando Argenta se revelaba como el gran showman que siempre fue, transformándose en el mejor amigo, algo pícaro, de los chavales que allí se encontraban. La música clásica podía ser entretenida en La 2. 

En TVE a este programa en vez de El Conciertazo algunos lo llamaban "El insertazo". El motivo: ingeniosamente la realización estaba basada en insertos de planos de reacción del público en el auditorio. El poder de la historia que contaba el show no estaba tanto en el escenario como en los expresivos rostros de los niños que estaban descubriendo las artes de la música clásica. De esta forma, el programa además no sólo interesaba a los pequeños y también atraía a los mayores que se ilusionaban y aprendían mientras se emocionaban con la transparente cara de esos niños que desprendía el superpoder de la ingenuidad.

Pocos programas han conseguido unos primeros planos de niños con esa mirada tan cristalina como logró El Conciertazo de Fernando Argenta. Después se intentó seguir la estela con El club del Pizzicato. Porque que nadie se confunda, divulgar la cultura no consiste en poner el rostro serio y engolar la voz para parecer resabiado. La verdadera cultura se transmite realmente a través del entretenimiento más inclusivo, ese que no tiene complejos con la propia cultura. Así siempre fue Fernando Argenta. Así propagó la pasión por la música entre los niños. Viva El Conciertazo. Viva la música clásica.

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