Las elecciones catalanas nos han recordado algo que ya sabíamos: en Cataluña hay dos millones de personas que defienden el independentismo. Enfrente hay un número de catalanes ligeramente superior que piensan todo lo contrario.
Esto significa que una urna nunca resolverá por sí misma la crisis territorial. La única solución es que aquellos que piensan de forma muy distinta logren ponerse de acuerdo en unos mínimos que permitan la convivencia.
Es difícil que una sociedad pueda estar tanto tiempo enfrentada por cuestiones tan íntimas como la identidad. Por ello, si queremos resolver realmente el problema, todos tendremos que entender las razones del otro. Es la única forma de ponerse de acuerdo
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