Quién es Jeanne Dielman, y por qué de repente protagoniza la mejor película de la historia

La revista Sight & Sound ha colocado 'Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles' liderando su lista más famosa.
Jeanne Dielman (Delphine Seyrig) pela patatas sin saber que también está haciendo historia
Jeanne Dielman (Delphine Seyrig) pela patatas sin saber que también está haciendo historia
Jeanne Dielman (Delphine Seyrig) pela patatas sin saber que también está haciendo historia

«Chantal, en el plano de las patatas está todo», le dijo Natalia Leibel a su hija, Chantal Akerman. Se refería a la imagen más icónica de Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles, localizada a mitad de un metraje que se prolonga a las tres horas y media. Dicha imagen consiste en la intérprete de la susodicha Jeanne Dielman, Delphine Seyrig, pelando patatas en plano fijo, con semblante inexpresivo y un ligero temblor en las manos cuyo sentido auténtico la instantánea no logra procurar: es necesario sopesar todo lo que ha ocurrido antes, y releer lo que ocurrirá después. Es una imagen que estos días asalta redes sociales y publicaciones de cine debido a un sorpresivo giro de los acontecimientos: Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles ha pasado a liderar la lista de Sight & Sound de las 100 mejores películas de la historia.

La película dirigida por la misma Chantal Akerman que de modo tan eficaz había sabido comunicarse con su madre es la primera dirigida por una mujer que logra este honor. La revista del British Film Institute acostumbra a actualizar cada década su célebre selección, de modo que en el último embate distintos profesionales de cine alrededor del mundo han dispuesto que Jeanne Dielman adelante a Vértigo de Alfred Hitchcock. Previamente, en 2012, Vértigo había sido rupturista en sí misma por coronarse en detrimento de Ciudadano Kane: clásico de Orson Welles que había mantenido su posición de liderazgo desde la segunda gran votación. La primera lista fue publicada en 1952, erigiendo entonces a Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica como la mejor película de todas.

Las listas de Sight & Sound siempre han buscado reflejar los avatares de la conversación cinéfila mundial y ya en 2012, cuando Vértigo logró lo que parecía imposible, era fácil achacarlo a una preocupación del organismo por contar entre sus filas con voces más diversas. Jeanne Dielman refleja ese mismo cambio de paradigma, pero acaso lo haga de un modo mucho más revulsivo que Vértigo: al fin y al cabo no es estadounidense y requiere un visionado podríamos decir que exigente. La supuesta dificultad que ofrece su ritmo y sus 200 minutos de duración no son nada comparado, sin embargo, con la escasez de espacios para llegar al público. 

Dado el influjo de Sight & Sound a la hora de forjar nuevos consensos y agitar un canon que cobije las mutaciones de nuestra forma de relacionarnos con el cine, es posible que esto cambie pronto. Y por ello, ante todo y pese a voces críticas como la de Paul Schrader (achacando el sorpasso de Jeanne Dielman a la habitual conspiración judeo-masónica-posmoderna-woke), es momento de sentirse muy afortunados. Más ahora que Filmin acaba de incorporar a catálogo parte de la obra de Akerman.

'Jeanne Dielman' siempre ha sido buenísima

Hay muchas razones para celebrar, pues, el ascenso de Jeanne Dielman a una posición tan preponderante en el canon cinematográfico que, por fuerza, va a conocer muchísimos nuevos espectadores en los próximos años. Puestos a enumerar unas pocas habría que acudir en primer lugar a la propia figura de Chantal Akerman, y a la particular coyuntura en la que vio la luz su obra magna. Akerman, directora y profesora de cine belga, nació en Bruselas en 1950, hija de una familia judía cuyos integrantes murieron en su mayoría durante el Holocausto. Akerman acostumbraba a decir que el visionado en 1965 de Pierrot el loco de Jean-Luc Godard (muerto este mismo año) le había convencido de dedicarse al cine.

Se puso a ello poco después. En 1968 llegó su primer corto, Saute ma ville, y durante una fructífera estancia en Nueva York entró en contacto con el cine experimental de Stan Brakhage, Michael Snow o Jonas Mekas. Al volver a Bélgica obtuvo un revuelo notable a partir de su película Yo, tú, él, ella, no solo por la simpatía de la crítica sino por mostrar la primera escena de sexo lésbico sexualmente explícita de la historia del cine. «Todo el mundo pensó que era una película política, pero solo quería narrar una historia de amor normal. No una película feminista, tampoco una película gay», declaró Akerman más tarde, inaugurando un rechazo a las etiquetas que suscribiría durante toda su carrera.

Chantal Akerman
Chantal Akerman

En el caso de Yo, tú, él, ella fue inevitable aclarar estas dudas por el contexto donde se enmarcaba, como ocurriría con la posterior Jeanne Dielman que Akerman dirigió con 25 años. Ambos films se estrenaron en la década de los 70, marcada por la segunda ola feminista y por el modo tan intenso en que esta había encontrado expresión en Europa; Agnès Varda, que comparte presencia con Akerman en la lista Sight & Sound (por Cléo de 5 a 7), prestaría testimonio fílmico de ello en títulos como Una canta, la otra no. El caso es que, ciñéndonos a Akerman, no había forma de que un film como Jeanne Dielman no fuera leído en clave sociopolítica, y poco tiempo después el New York Times la definió como «la primera obra maestra del feminismo de la historia del cine».

Porque ahí está la cuestión. Sin ser tan popular como Vértigo o Ciudadano Kane, Jeanne Dielman siempre ha sido una obra consagrada, cuya relevancia ya se daba por supuesta en el momento del estreno. La propia Akerman, ante el impacto que tuvo para su carrera, recordaba que «fue preocupante porque me preguntaba cómo podía hacerlo mejor, y no sé si llegué a hacerlo». Pero desde luego que no dejó de trabajar después de 1975, y a dos años de Jeanne Dielman dirigió un documental tan aclamado como News from Home. La obra de Dielman siempre ha tenido una gran valoración, si bien empezó a percibirse un punto de inflexión a finales de los 90. En 1999 el Village Voice ya había erigido a Jeanne Dielman como una de las mejores películas de la historia, situándola en el puesto nº 19.

No tiene sentido, pues, hablar de una «revalorización», sino simplemente de una pasión colectiva que ha ido intensificándose (como pasa con todas las pasiones) mientras aumenta la cantidad de gente que la comparte. La eclosión de Internet fue clave en esto, pero la cuestión es que nunca fue necesario reivindicar el nombre de Akerman; en 2012, cuando Sight & Sound publicó su penúltima selección, Jeanne Dielman aparecía en el puesto 32. A principios de esta década, en sintonía, se habían ido fraguando los primeros intentos de introducir la obra de Akerman a otra generación, destacando una retrospectiva que el crítico Adam Roberts y la cineasta Joanna Hogg (The Souvenir) auspiciaron en Londres.

La retrospectiva tuvo un gran seguimiento, y coincidió en el tiempo con la puesta en marcha de un documental a cargo de Marianne Lambert, I Don’t Belong Anywhere: The Cinema of Chantal Akerman. Tristemente, también coincidió en 2015 con la muerte de la propia Akerman a los 65 años, suicidándose en París luego de una enfermedad maníaco depresiva. En los siete años transcurridos desde entonces, su nombre y la grandeza de Jeanne Dielman han seguido permeando las esferas cinéfilas, de modo que la actual lista de Sight & Sound solo sea el broche de oro de un proceso regular, armonioso e inevitable. La directiva de esta publicación, no obstante, ha sido perfectamente consciente de cómo iba a movilizar la conversación con su resultado, y actuado en consecuencia.

Las nuevas mejores 100 películas de la historia se caracterizan por una variedad en sus firmas y condiciones de producción (tanto en lo relativo a la nacionalidad como a la escala) que va más allá de la primera posición de Jeanne Dielman. En el top 10 se ha colado otra mujer, Claire Denis, con Buen trabajo, y en la lista le acompañan la citada Varda o Maya Deren. Tiene, pues, una lógica inapelable que el texto de presentación de Jeanne Dielman haya contado con la firma de Laura Mulvey, teórica británica cuyas reflexiones sobre el medio (expedidas a partir de los 70 y destacando el ensayo Placer visual y cine narrativo) han sido vitales para introducir una perspectiva de género en la crítica cinematográfica.

Vía Sight & Sound Laura Mulvey ha vuelto a Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles, recordando cómo le marcó el visionado y repasando sus virtudes. Mulvey alaba el «léxico del gesto doméstico» que ensambló Akerman, y destaca cómo logró que el cine «dejara de ser un instrumento de opresión para convertirse en una fuerza liberadora». Razonamientos que la propia Akerman, dando cuenta de su generosidad intelectual y de su preocupación por el lenguaje del medio, ya practicaba poco después de estrenar la mejor película de la historia del cine.

'Buen trabajo' de Claire Denis también se ha colado en el top 10
'Buen trabajo' de Claire Denis también se ha colado en el top 10

Lo que escondían las patatas

«No es una película de tesis, sino algo más complejo. Quería sobre todo trabajar sobre el lenguaje, tomando imágenes que en el cine en general forman parte de las elipsis, que son las imágenes más desvalorizadas», explicaba Akerman a mediados de los 70. «Porque hay una jerarquía de las imágenes. Por ejemplo, un beso en primera plano está más arriba en la jerarquía que fregar la vajilla. Fregar la vajilla es lo más bajo, sobre todo fregarla de espaldas. Y esto no es así por casualidad sino que está muy en relación con el lugar de la mujer en la jerarquía social».

La trama de Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles es mínima, pero no supone en absoluto un ejemplo de cine antinarrativo. De hecho, la película destaca por el extremo rigor con el que los elementos son dispuestos en pantalla con una determinada intención comunicativa donde destaca, en efecto, la elección de lo que se muestra. Que, en sí misma, también es una elección de lo que no se muestra y conduce a una calculada administración de las elipsis, vehiculando un discurso que la cineasta despiezaba de forma abierta en sus reflexiones. Concretamente le gustaba hacer referencia a la citada jerarquía de las imágenes (en tanto a su voluntad por mostrar realidades silenciadas), y a la importancia que su propia madre había tenido de cara a escribir a Jeanne.

Delphine Seyrig en 'Jeanne Dielman'
Delphine Seyrig en 'Jeanne Dielman'

Las tres horas y media que dura Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 se concentran casi por entero en el apartamento que la protagonista comparte con su hijo. Delphine Seyrig, cuyo prestigio trasciende Jeanne Dielman gracias a su asociación con otros grandes cineastas europeos (de Jacques Demy a François Truffaut, de El año pasado en Marienbad a El discreto encanto de la burguesía) y a un activismo militante, interpreta a un ama de casa viuda con una rutina asentada, aunque esta pase una vez al día por encuentros con hombres ante quienes se prostituye. Jeanne Dielman narra tres días en la vida de esta mujer y poco más aunque, como se reconoció instantáneamente, en tan escuetos márgenes (espaciales y temporales) caben una complejidad y un potencial reflexivo abrumadores.

Podría invocarse la pretensión de James Joyce de cubrir la experiencia vital moderna desde mimbres mínimos en su Ulises (también a Virginia Woolf), y desde luego a Jeanne Dielman no le falta épica para ello. Sin embargo, el film de Akerman ha encontrado un lugar privilegiado en la memoria dentro de sus propios términos, que desafían las convenciones de qué debería representar el cine, y al ritmo en que se supone que debe hacerlo. No sacaremos a colación el apelativo «feminista» pues es posible que a Akerman le hubiera desagradado por verlo coyuntural, aunque es en sí mismo revelador que una serie reciente, Mrs. America, le haya dedicado guiños directos (como recordaba Violeta Kovacsics aquí). Y es que en efecto existe una férrea militancia a la hora de reflejar la experiencia femenina. Por hacerlo sin asideros ni salvoconductos.

Cate Blanchett homenajea a Jeanne Dielman en 'Mrs. America'
Cate Blanchett homenajea a Jeanne Dielman en 'Mrs. America'

Lo que tampoco quiere decir que el «realismo» sea un activo a valorar en Jeanne Dielman. Akerman no lo busca en sus conversaciones ni en sus silencios ni en, sobre todo, el transcurso del tiempo a cuya exposición natural debería plegarse (solo en teoría) en tanto la desorbitada duración del film. A cambio, cada decisión responde a dibujar un cierto estado psicológico (y social y político), que a raíz de su dependencia de la rutina experimenta bruscos y violentísimos cambios a mitad de la película. Precisamente en torno a la escena de las patatas, a las que sigue otra serie de descuidos representados como fatalidades cósmicas que culminan en un último giro que obliga a replantearse qué se ha visto hasta ahora.

Es un resumen, seguramente endeble, de algunos de los valores que atesora Jeanne Dielman, pero en torno a la voluntad dialéctica que la define en su integridad cabría esgrimir un nuevo motivo por el que es tan grato su liderazgo en Sight & Sound. Y es que, más allá de iras en redes o neurosis presentistas, una lista como esta debe preocuparse por enumerar películas aún capaces de impulsar conversaciones. Es momento pues no solo de ver Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 si se tiene la suerte de no haberlo hecho nunca: también es momento de hablar de ella. De tirarse hablando de ella 10 años más, o los que se tercien.

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